El caótico mundo de las letras.

lunes, 4 de marzo de 2013

Santuario.



Ojalá, poder estar mirando a la lluvia, durante horas, sin preocupación más que la de que me caiga una gota en el ojo. Luego tumbarme en el césped, con el viento de invierno meciéndome, pero el sol dándome en la cara, abrasándome. Mirando al cielo y esos cúmulos de nubes andantes, viajeras de lugares inimaginables. Las hojas caerse, el susurro de los árboles, sentir como los insectos se mueven bajo tus pies. Como vuelan. Ver durante horas la gota de rocío en la planta más preciosa del jardín. Pasarme horas y horas entre una página amarillenta y tinta negra. Leer, escribir, sentir, saborear, degustar, acariciar. Sentir de nuevo como las palabras brotan de tus manos como agua de la fuente. Sentir como se ordenan solas, creando algo bello y no algo incoherente y desastroso. Un día, dos, tal vez tres, sin padres, ni amigos, ni horarios, ni hermanos, ni preocupaciones y limitaciones. Poder hacer lo que quieras, poder cerrar los ojos y vaciar la mente. Para llenarla de forma ordenada después de mucho tiempo. Desear que ese día, dos, tal vez tres, la realidad se haya ido junto a los demás. Y te haya dejado con lo bonito, con  lo realmente bello, la naturaleza, los placeres de la vida y la libertad. Si es necesario y solo si es estrictamente necesario, liberar todos esos recuerdos guardados, para que la naturaleza se entere de tu felicidad pasada. Para que pueda devolvértela, para que te busque a ti. A tu ser perdido. Y volver a ser un ser extraño, pero completo.

 Hace tiempo que no escribo, y estos no son más que los desvaríos de alguien demente, incompleto y, ¿quién sabe? .Soñador sin descanso.