La chica triste y solitaria decidió seguir su camino a pesar de los malos acontecimientos. Decidió reír mientras su interior lloraba.
Ella no perdió la sonrisa. Y, gracias a ello, se fue encontrando por ese camino a pequeñas personas que la apreciaban y que se interesaban por ella sin nada a cambio. Ella las aceptó en su vida sin apenas conocerlas arriesgándolo todo al rojo, como siempre. Ninguna de esas personas tuvieron maldad alguna con ella, y juntas se complementaron llenando los vacíos existentes y sustituyendo los malos recuerdos con buenos recuerdos juntos.
Pero ella a pesar de sus nuevos amigos seguía necesitando algo. O mejor dicho, a alguien. Esa estrellita que alumbraría tanto sus noches que serían, para ella, nuevos días. Y aunque al principio esa estrella no lo supiera ella la miró de otra forma. Pues su sonrisa provocaba la de ella y la dejaba fijada en su cara por eternidades. Porque su voz le cantaba dulces canciones de nana a su atormentado corazón. Y con las notas alegres, pero melancólicas, animó a su alma a vivir de nuevo.
Y cuando esa pequeña estrella decidió dar su luz a aquella chica. Todo hueco, aun existente, se rellenó en ella. Dejando notas alegres de una canción interminable que animaba a su fuego interior a permanecer encendido y vivir...
Siendo iluminada por esa estrella, aunque fugaz, traspasó todo su ser convirtiéndose en su nueva guía y dejando una estela de felicidad en esa chica, ahora, no tan triste y melancólica.
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